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Brigida
BSO - Leyendas de pasión
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UNA LEYENDA DE AMOR

Ella era triste y sensata, temerosa y responsable, cálida y vulnerable. A veces, la vida le pesaba y la tumbaba, pero ella era fuerte para levantarse y volver a cargarla en su espalda. El recuerdo de su pasado le enseñó a vivir su presente y su futuro ni siquiera existía en su mente. Muchas personas no la soportaban y la mayoría de ellas la llamaban con diferentes descripciones despectivas, pero su verdadero nombre era Realidad.

    Realidad vivía en un mundo donde aún habita la bondad; esa, que siempre está dispuesta a luchar contra la hostilidad. En ese mundo real que siempre termina siendo prisionero del mal y siempre comienza siendo liberado por el bien; un círculo que gira tan exacto como la tierra. Quien deseaba sobrevivir en su mundo debía trabajar duro, pero un día Realidad decidió descansar. Esa vez nada ni nadie la tumbó, fue ella quien se recostó en la arena de la playa mirando hacia las estrellas. Y entonces lo vio allí arriba, vestido con un destello de luz, tan atractivo y bello que ya nada pudo impedir que sucediera el gran milagro de su elevación. Realidad se enamoró por primera vez, y por última, de alguien muy especial llamado Sueño, y todo su ser fue abducido rápidamente hasta él.

    Sueño tampoco se había enamorado antes hasta que los temblores de su presencia femenina le hicieron temblar a él. El inmenso deseo que existía entre ellos era mucho mayor que el propio miedo, y sus cuerpos se atrajeron igual que un potente imán atrae a un pequeño metal. Ambos terminaron sintiendo la plenitud del amor en cada poro de su piel y en cada rincón de su alma. Fue la primera vez que Realidad descubrió el verdadero significado de la felicidad.

    –Me gustaría estar dentro de tu mente y de tu cuerpo, para saber qué piensas y qué sientes. –le susurró él al oído.

    –No deseo regresar a mi mundo real. –le dijo ella, abrazándolo.

 

    –Nunca hagas eso. Quédate siempre conmigo. –él la besó.

    Pasaron días y semanas compartiendo juntos maravillosos momentos. Y aunque Realidad se sintió feliz y su sonrisa continuó creciendo, ella no podría seguir viviendo mucho tiempo en aquel mundo mágico que solo pertenece a los sueños. La atmósfera de ese lugar la estaba asfixiando.

    –¡No puedo respirar! –le dijo ella, con dificultad al hablar.

    Ninguno sabía qué le estaba sucediendo, pero ella apenas le quedaba un hilo de aliento e intuyó que debía huir de inmediato. Él, alarmado, la dejó marchar con la esperanza de que volviera.

    Realidad regresó a su mundo real y su salud mejoró. El aire del lugar al que pertenecía le devolvió la respiración y el latido pausado de su corazón. Pero también le robó la sonrisa, pues su felicidad desapareció.

    Transcurrieron los días, las semanas y los meses y, cada noche, ella se tumbaba en la arena contemplando el cielo en busca de su Sueño, pero solo veía estrellas. Así, poco a poco fue perdiendo la esperanza de que aquel destello de luz volviera a iluminar su triste alma. Entonces comenzó a valorar su nueva vida y terminó tan centrada en sus quehaceres diarios que llegó a olvidarse completamente del ser que más había amado. Y olvidó lo que significaba ser feliz, solo hasta que volvió a verlo.

    –Hola. –la saludó después de dos largos años.

 

    Ella giró su mirada hacia él, sorprendida. Ese día, por alguna misteriosa razón, Realidad se había puesto el mismo vestido blanco que llevaba el día que lo conoció. No podía creer que su querido Sueño estuviera justo en frente de ella. Su corazón parecía un redoble de tambores, imposible de calmar por mucho que presionaba su pecho con su mano derecha.

    –¿Por qué me abandonaste? –le preguntó él, a un metro de distancia.

    –Demasiado tiempo en tu mundo estaba agotando mi aliento. Te pedí que vinieras conmigo pero no lo hiciste, y me alegro de que no lo hicieras. Ya te he respondido y puedes marcharte, porque sólo has venido para reprocharme eso, ¿verdad?

    –¡He venido porque te amo! –respondió él inmediatamente.

    Realidad le creyó porque ese día él dejó su mundo mágico para estar en el suyo real. Sus hechos demostraron la verdad de sus palabras y, aunque se sintió muy feliz en ese momento, le dijo algo que le dolió a ella más que a él.

    –Yo deseo vivir contigo, pero no morir por ti. No voy a volver a tu mundo. Debes marcharte sin mí. 

    –¡No quiero marcharme! ¿Por qué dices eso? ¡He venido para estar contigo! –dijo él.

    –¡No puedes hacer eso! –se apresuró ella a advertirle–. ¡Si te quedas en mi mundo, morirás!

    –¡Si tú has podido sobrevivir en mi mundo mágico, yo podré sobrevivir en tu mundo real! Al menos durante un tiempo –aclaró y, reteniendo sus enormes ganas de besarla, le confesó– No sabes cuánto te he echado de menos. 

    –¡Pero luego tú te irás y seré yo quien te echaré de menos! ¿No entiendes que esta relación no es posible?

    –¡No digas que no es posible, porque sí es posible! –afirmó rotundo–. Luego, tú vuelves a subir a mi mundo y después yo vuelvo a bajar al tuyo, tú me acompañas y yo te acompaño.

    Los dos se quedaron callados unos segundos, mirándose uno al otro, y él continuó hablando.

    –Si lo hacemos por cortos periodos de tiempo, tú no te asfixiarás en mi mundo y yo no me ahogaré en el tuyo. ¡Sabes que podemos estar juntos y sabes que vamos a estar juntos! ¡Yo deseo que compartamos nuestros mundos! ¿Lo deseas tú?

    Realidad se quedó en silencio, pensando que las diferencias consiguen que dos almas se encuentren y que las semejanzas logran que puedan estar juntas. Que el verdadero amor es odiar y querer a la misma persona, es sentir miedo y felicidad al mismo tiempo, es llorar y reír mientras estás discutiendo, es herir sin querer y arrepentirte en ese mismo instante, es perderte en una desesperada noche oscura llena vestida de blanco para que él te encuentre, es buscar las razones de su enfado y abrazarlo con ternura para que se calme. Y que el amor verdadero es ese misterioso combate donde luchan todos los sentimientos opuestos y que siempre ganan los buenos.

    –¿Por qué te quedas callada? ¿Es que ya no me amas? –tembló él, esperando la respuesta de ella.

    –Sí, por supuesto que te amo. Te amo. –contestó ella, con fuertes deseos de abrazarlo.

    Tras su respuesta, él la abrazó por la cintura y la elevó, dando una vuelta hacia sí mismo, y dejándola caer luego lentamente sobre su propio cuerpo, acariciando luego sus labios con los suyos.

    Cuando Realidad se dio cuenta de que estaba sonriendo, se sorprendió. No porque fuese la primera vez que sonreía junto a él, sino porque era la primera vez que su Sueño estaba con ella en su mundo real, y esto le hizo sentirse inmensamente feliz.

     Así, ella comprendió que los Sueños no solo son mágicos e inalcanzables. También son reales y los puedes tocar. Y que no siempre es necesario buscarlos, porque ellos también vienen hacia ti.

 

Brígida García Ríos

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