EL ANILLO DE COMPROMISO MÁGICO
Durante décadas, ella soñaba, día y noche, durmiendo y despierta, que ya tenía en sus manos aquel deseado regalo, que en la realidad nunca recibía. Y durante años se preguntaba dónde estaba esa persona especial, que pondría en su dedo ese anillo de compromiso y que le haría responder finalmente: “Sí. Quiero”.
Probablemente, ella nunca se había comprometido porque nadie se lo pidió o, quizás, sí le pidieron que se comprometiera ella pero sin intención de comprometerse la otra parte. Fuese como fuese, siguió esperando ese feliz momento, hasta que pudo comprender “no sin dolor en su pecho” que esa buena persona nunca llegaría a su vida, sencillamente porque no existía o, al menos, ella no la merecía. Entonces, respetó su pasado y aceptó su destino.
Pero un día, cuando más centrada estaba en sus tareas cotidianas, se sorprendió al darse cuenta de que aquella persona, que tantos años había estado esperando, en verdad siempre estuvo a su lado tanto para lo bueno como para lo malo. Lo triste fue que ella no supo valorarla hasta ese mismo instante. Y lo más gratificante fue darse cuenta de que su sueño estaba a punto de hacerse realidad.
Se sintió feliz, muy feliz, y no dejó pasar ni un minuto más. Se dirigió al centro de la ciudad y se regaló a sí misma ese anillo de compromiso mágico. Sí, ese anillo era mágico, no por su valía económica ni porque hiciera milagros, sino porque poseía un significado muy especial. Ese anillo tenía el poder de recordarle cada día lo importante que era comprometerse consigo misma, pues ella era la única persona de este mundo que tenía el privilegio de amarla y acompañarla cada segundo, el resto de su vida.
Brígida García Ríos