EL ÚLTIMO DESEO
Daniela fue una mujer luchadora y con muchos deseos cumplidos. Entre otras cosas, deseó sobrevivir a la guerra y aún seguía viva cuando terminó. Deseó sacar adelante a sus dos hijos, huérfanos de padre, y lo consiguió. Deseó ejercer la carrera de magisterio y lo logró. Deseó superar un cáncer y alcanzó la edad de noventa años.
Justo ese día de su noventa cumpleaños, su nieta le dio una noticia espléndida.
–¡Abuela, estoy embarazada, pronto serás bisabuela!
A ella le encantó la idea de tener un bisnieto.
–¡Ahora pide un deseo y sopla las velas! –le dijo su nieta con la tarta en las manos.
Emocionada, Daniela cerró los ojos y deseó vivir suficiente tiempo no solo para conocer a su bisnieto sino para que él la conociera a ella.
El pequeño Daniel tenía cinco años cuando Daniela enfermó gravemente. Entonces él se apresuró a escribirle una dedicatoria, corrió hacia el hospital y se la leyó mientras ella la escuchaba en la cama, rodeada de cables, gomas y máquinas que la ayudaban a respirar.
–Qué bonito es lo que has escrito Dani. No sabes lo feliz que me haces. –dijo la anciana con lágrimas en los ojos y con dificultad al hablar.
Daniel se abrazó a ella sonriendo.
–Dani, tengo un último deseo y esta vez quiero que seas tú quien se encargue de cumplirlo por mí. –le pidió ella.
–Por supuesto, lo que quieras. –contestó entusiasmado.
–Deseo que tu dedicatoria sea grabada en la piedra de mi tumba.
Daniel no pudo evitar romper a llorar, desconsoladamente, cuando escuchó eso. No soportaba imaginar siquiera que su bisabuela pudiese irse para siempre, ya que la quería tanto o más que a su propia madre.
Tan solo dos días después, ayudado por su mamá, Dani se encargó de cumplir el último deseo de Daniela. El pequeño estaba presente en el funeral, lleno de tristeza y también de amor, y aunque él tenía un fuerte nudo en la garganta, quiso volver a leer en voz alta aquellas palabras que ya permanecían esculpidas en el mármol blanco, para que ella volviera a escucharlas desde el cielo.
<La vida siempre te puso delante grandes murallas y desde niña siempre conseguiste cruzarlas. Muchas veces te caías y las mismas veces te levantabas. Tú me has enseñado que es el deseo de superación el que nos impulsa como un trampolín en cada obstáculo. De ti aprendí que es el esfuerzo diario el que nos mantiene en el camino adecuado y que es el amor por uno mismo y por los demás lo que realmente nos llena el corazón de felicidad. Gracias por ser un ejemplo de fortaleza, y gracias por ser mi bisabuela. Te amo; antes, ahora y siempre. Tu bisnieto: Dani.>
Brígida García Ríos